
EL BARRIL DE AMONTILLADO
En resumen, Poe nos sumerge nuevamente en los complejos laberintos de la psique humana, el barril de amontillado podría calificarse como uno de los relatos más crueles del escritor. En el relato, la venganza es llevada al mayor grado, y es ejecutada con total frialdad. El protagonista comete sin ningún remordimiento su crimen, justificándose en las ofensas que la víctima le hizo.
El relato narrado en primera persona por Montresor, comienza con la exposición de los sucesos que lo decidieron a emprender la venganza.
En el desarrollo del relato, Montresor se manifiesta como un individuo calculador, frío y meticuloso, que carece completamente de sentimientos de culpabilidad por su accionar. Por el contrario, decide explotar la debilidad de su adversario por los vinos, y estructura su venganza en torno a ella.
Si bien planea durante mucho tiempo la venganza, la oportunidad le llega durante el carnaval (el relato se desarrolla en Italia, donde es muy importante esta celebración), se produce un encuentro callejero con Fortunato (la víctima), que está ebrio y disfrazado de bufón, lo cual representa una garantía de que nadie sabrá que estuvo en su compañía. Tiende su trampa, empleando el pretexto de consultar con un competidor de Fortunato, que se dice más conocedor de vinos que éste. Queda así tendida la red para atrapar al ingenuo.
Montresor había previsto el éxito de su plan, y le había dado libre a los criados, con lo que se aseguró la ausencia de testigos posibles. Ambos se adentran en las cavas de la familia, un lugar ideal para cometer un crimen, y cuya humedad contribuye a menoscabar la salud de Fortunato, que se encuentra resfriado.
En el desarrollo del relato, Montresor se manifiesta como un individuo calculador, frío y meticuloso, que carece completamente de sentimientos de culpabilidad por su accionar. Por el contrario, decide explotar la debilidad de su adversario por los vinos, y estructura su venganza en torno a ella.
Si bien planea durante mucho tiempo la venganza, la oportunidad le llega durante el carnaval (el relato se desarrolla en Italia, donde es muy importante esta celebración), se produce un encuentro callejero con Fortunato (la víctima), que está ebrio y disfrazado de bufón, lo cual representa una garantía de que nadie sabrá que estuvo en su compañía. Tiende su trampa, empleando el pretexto de consultar con un competidor de Fortunato, que se dice más conocedor de vinos que éste. Queda así tendida la red para atrapar al ingenuo.
Montresor había previsto el éxito de su plan, y le había dado libre a los criados, con lo que se aseguró la ausencia de testigos posibles. Ambos se adentran en las cavas de la familia, un lugar ideal para cometer un crimen, y cuya humedad contribuye a menoscabar la salud de Fortunato, que se encuentra resfriado.
Montresor ayuda a sus planes con una botella de Medoc, con el pretexto de ayudarlo con su tos, pero que en realidad encubre sus intenciones de embriagarlo completamente, para facilitar su tarea.
Continúan adentrándose en la inmensa catacumba, hasta un nicho donde lo encadena y empareda sin apiadarse de los ruegos de su amigo.Durante la tarea, Fortunato suplica y grita hasta que se calla durante un tiempo. Luego, tal vez ya delirando, habla acerca de una broma, y Montresor continúa su labor, sin dejar de conversar. Finaliza su tarea y se marcha.
Continúan adentrándose en la inmensa catacumba, hasta un nicho donde lo encadena y empareda sin apiadarse de los ruegos de su amigo.Durante la tarea, Fortunato suplica y grita hasta que se calla durante un tiempo. Luego, tal vez ya delirando, habla acerca de una broma, y Montresor continúa su labor, sin dejar de conversar. Finaliza su tarea y se marcha.
Han transcurrido cincuenta años desde el suceso cuando Montresor hace su relato y el cuerpo de Fortunato todavía cuelga de su cadena en el nicho donde lo dejó.
El asesino, termina la historia y comentó: requiescat in pace (que en paz descanse).

Nybbas.