
LA MÁSCARA DE LA MUERTE ROJA
Otro cuento de terror de Poe en donde aquí nos encontramos con muchos detalles y un relato facinante el cual vale la pena leer.. no es muy extenso pero si muy intenso.
Todo comienza en una ciudad que la aqueja una terrible peste la cual devastó el lugar, la llamaban la muerte roja la cual producía agudos dolores, un súbito desvanecimiento, y abundante sangramiento por los poros y la disolución del ser, y era solo cuestión de media hora desde el comienzo de los síntomas para la muerte del individuo.
En aquel pueblo existía el príncipe próspero quien eligió a una cantidad de sus amigos nobles y construyó una abadía magnifica y excéntrica donde allí jamas podría alcanzarlo la peste y estaba muy bien cerrada para que ya nadie mas pudiera entrar o salir, el príncipe había abastecido la abadía de todo tipo de comidas y la había provisto de bufones bailarines músicos y todo lo bello, exquisito y cómodo que podría existir adentro, mientas que afuera estaba la muerte roja.
Al quinto o sexto mes de que la terrible plaga hacia sus estragos el príncipe ofreció a sus amigos un baile de máscaras en la cual habían siete salones de la mas insólita magnificencia cada uno adornado de excéntrica manera el del lado oriental su decoración era azul y los ventanales eran de un azul vivo, el segundo aposento estaba decorado de púrpura y purpúreas era sus vidrieras, el tercero era completamente verde y verdes sus ventanas, el cuarto anaranjado y recibía la luz de una ventana anaranjada, el quinto blanco y el sexto violeta, el séptimo salón estaba rigurosamente forrado por colgaduras de terciopelo negro que revestían el techo, en las paredes de terciopelo rojo, pero aquí las vidrieras no correspondían al decorado, los ventanales eran de color escarlata, de un intenso color de sangre, en esta cámara negra la claridad del bracero que iluminaba las negras tapicerías a través de los cristales sangrientos era terriblemente siniestra, esta habitación tenia un reloj de ébano que tenia un péndulo el cual a cada hr los músicos cesaban de tocar para escucharlo y les provocaba algo extraño, continuaban luego con el baile y los invitados repartidos en las distintas salas excepto en una ya que los invitados no se atrevían a estar en aquella estancia tan tenebrosa y perturbadora, el reloj sonó nuevamente dando las doce campanadas y nuevamente todos los invitados pararon sus actividades de baile y música, cuando de pronto entre los invitados se percataron de uno en especial, y los invitados comenzaron a chuchichear y susurrar y luego los invadió el asco y horror, este personaje era alto y delgado, y estaba envuelto en un sudario de la cabeza a los pies la máscara que ocultaba su rostro era tan representativo de un cadáver que ni el mas minucioso hubiera encontrado detalle de falsedad, sin embargo los invitados hubieran aceptado aquella broma si tan solo fuera eso, pero la máscara adoptaba la terrible forma de la muerte roja, sus vestiduras estaban manchadas de sangre, y su rostro estaba salpicado con el horror escarlata, cuando los ojos del príncipe próspero se fijaron en esta figura espectral se enrojeció de ira, ¡quien se atreve! ¡apoderaos de el y desenmascararle para que sepamos a quien colgaremos al amanecer! esta situación ocurría en el salón azul del Este nadie se atrevió si quiera a acercarse a este personaje y con aire majestuoso salió del salón azul y camino con paso firme a través de todos los salones hasta llegar al último, el príncipe salió tras el con una daga en la mano y el enmascarado se dio vuelta rápidamente y la daga cayó al suelo y seguido de aquello cayó el príncipe próspero muerto al suelo de terciopelo, entonces fueron algunos de los invitados para agarrar a aquel desconocido que se mantenía erguido e inmóvil como una gran estatua a la sombra del reloj de ébano y los invitados gritaron al darse cuenta de que bajo el sudario y la mascara no había forma tangible alguna, y entonces reconocieron la presencia de la muerte roja, y cada uno de los invitados cayó muerto y la ruina y la muerte roja estuvo sobre todo aquel ilimitado dominio.

Nybbas
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